domingo, 15 de noviembre de 2009

Mesa de cemento

Nada mejor para apalear la rutina, para cortar al medio la vida, que un viaje a espacios verdes con amigos. Desde el vamos suena bien y te contenta.
Proyectar la escapada en una mesa repleta de tronquitos de pizza y vasos espumosos, en estado de gracia maquinar la arrimada.
Esto fue un 30 de enero. Nos pusimos en marcha temprano para poder asar carnes a nuestra llegada y disponer del tiempo necesario para sacarnos la mufa del trabajo y las distintas realidades cotidianas que pesaban cual ropa en cada uno.
El viaje en si fue prendiendo el motor de las tangentes personales. Particularmente me fascina ver los amplios campos y los aislados montes. Es sabido que la verdadera libertad solo se siente en llanuras, donde no hay determinaciones mas allá del propio cuerpo. Al recorrer en velocidad esos kilómetros ya pude sentir como el tiempo y el espacio se imprimían en mi o yo en ellos. Es algo dado, pero solo conocido en estas oportunidades vacías de mentira, el espacio allí en fin y nuestro vehiculo en la osadía de penetrarlo a tiempo.
Como si nada, bebiendo mate y parando el ir por urgencias, arribamos a destino. Nos encontramos a media mañana estrechándonos las manos por cumplir con éxito el viaje. Por cierto el total de manos eran ocho, por lo cual al ser todos humanos normales hacía de nosotros cuatro personas felices de esparcirnos entre risas.
Ya descontracturados una mesa de cemento redonda cercana a la parrilla se fue adornando con los canapés criollos y los vasos con vino. Decidí dar un paseo para oxigenarme y al volver al quid de la cuestión la carne ya asomaba sobre los fierros calientes y disponía del humor de todos que alzaban la voz en reproches y consejos al asador de turno.
Se devoro. El almuerzo pasó rápido y dejo lugar a cada uno para explayarse en lo deseado, alguno durmió a la sombra, algún otro algo leyó y al llegar casi las cinco éramos tres; hacia la entrada de pinos un disparo se escucho.
Nadie se altero por esto, sentó una calma extraña y cierta complacencia con el hecho y la situación. Éramos tres, dos manos se habían ido implorando al cielo o apretando hombría, no lo se.
Seguidamente nos acomodamos en los duros y fríos asientos que rodeaban la mesa y ya nadie mas hablo, porque eso es cosa que se hace entre desconocidos. Sospecho que el final que empezaba a divisar se daba por esto de conocernos, se puede conocer un objeto o un fenómeno o el universo mismo, si no lo conocemos es porque aun no pudimos hacerlo, no porque no nos hayan “dejado”. Entre los hombres existe eso de no dejar, ha de ser lo único imposible de conocer en integridad por propia decisión del otro, y cuando se llega a ese limite impuesto no hay mas. Si se imagina lo factible de saber el termino del espacio, si se piensa a uno tocando el limite de esa totalidad, se notara que después ya no hay esperanzas y solo resignación. Será por este motivo que nos seguimos queriendo y odiando entre nosotros, la raza. Entonces todo este suceso de no emitir sonido ni vida culmino en el espanto de las generaciones, quizá en el gozo de la racionalidad. No hace falta aclarar que parte de nuestra humanidad se había retirado.

Todo paso a ser introspección, subjetividad. Yo era yo y allí había dos personas, que eran mis amigos, pero no hacia falta hablar, ni objetivarlos o verme reflejado.
Mientras el vino entibiaba, las moscas esquivaban los cachetazos y todo era migas de pan sobre la mesa, reflexione que en la vida misma, en el devenir, hay dos participaciones; con uno mismo y con los demás, que son lo demás. Cuando intuí esto de que ya no había demases en ese momento supe que éramos dos, porque de a una se dan las cosas y nunca todas juntas.
Esta vez no fue un gran ruido, ni un estallido, aunque lo hubiera preferido al estertor que resonó como si ahogaran a un cachorro.
Por primera vez desde el enmudecimiento mire a mi compañero y pensé en el, en realidad pensé quien seria el próximo, de que manera actuaría el honor, lo caballero y la amistad en ese momento.
¿Si fuese yo no seria un vanidoso? ¿Si fuese el no seria un egoísta? Este ataque de juicios y valores duro poco y al rato volvió la mirada sin los ojos y lo que sobro fue tiempo para decidir.
Y decidir era todo, como siempre en los años de los hombres pasados y futuros, como todo el mundo tenia que decidir, tenia que hacer. Mi partner no hacia nada, pero eso era hacer algo, nada, elegía hacer nada y su elección me tocaba a fondo, entonces si yo hacia nada también seria un problema de el. Calcule entonces lo imposible de no optar y cuando estaba dispuesto a pararme, ya con las palmas de las manos presionando hacia abajo sobre la mesa para levantar mi cuerpo, el otro cuerpo se levanto de la misma manera, no me miro y se metió en la casa.
Me asalto un miedo único a causa de la angustia, luego me convencí de que era un cobarde bueno para nada y mas tarde sentí una soledad inmunda, la soledad sin sentido, sin antinomia.
Ya no quería elegir, no estaba seguro de nada y me critique el no haber hablado a tiempo, no haber reflexionado con los demás y divagar en porvenires felices en nuestras vidas ordinarias.
Recordé el punto de partida del viaje, el viaje en si, la sombra, y lo pasado volvió a ser lo mejor como siempre. Lo que llamo mi atención después del torbellino fue el no haber oído algo, ni percibir alguna situación respecto al ultimo en retirarse de la mesa, digo que anteriormente fue evidente o audible, lo sentí, entonces con mi pena y esta duda se formulo la esperanza.
Grande fue la sorpresa cuando este ultimo adiós salio por la puerta y me busco con la mirada, me paralice, le clave los ojos en la boca entreabierta que sostenía un cigarrillo y me decía que entre, que faltaba uno para el truco. Conteste atónitamente que si, que tirabamos los reyes.
Y fue así que volvió una energía al saberlos allí. Simplemente al verlos sentados prestos para el juego supe que le daban una segunda chance a mi imaginación y reí.


Marcucho